Cuando los dos astrónomos detectaron con un radiotelescopio unas emisiones que se repetían a gran velocidad, lo primero que pensaron fue que, por fin, los extraterrestres se ponían en contacto con los humanos. De hecho, Jocelyn Bell y Antony Hewish llamaron a las emisiones Hombrecitos Verdes. Nuevos descubrimientos de emisiones con similares características descartaron la presencia de otra civilización en el espacio, pero dieron a conocer uno de los fenómenos más peculiares que existen en la naturaleza, los púlsares.

Los púlsares son el resto final de estrellas gigantes que al colapsarse sobre sí mismas producen una gran explosión que las hace visibles a grandísimas distancias. Lo que queda finalmente de estas estrellas masivas son un objeto de no más de 30 km de diámetro que gira endiabladamente rápido.
El púlsar Viuda Negra (B1957) es un tipo de púlsar que, en cada uno de sus vertiginosos giros, emite un haz de ondas que barre la Tierra como si fuera un faro. El púlsar B1957 no habría llamado la atención si sus emisiones fueran regulares. De hecho, normalmente este tipo de púlsares mantienen una regularidad mayor que la de los relojes atómicos.
Sin embargo, el pulsar B1957, situado en la constelación de Sagita, tiene una estrella compañera que periódicamente lo tapa haciendo que no se perciban sus emisiones. El nombre de Viuda Negra se debe a que el púlsar esta fagocitando a su compañera absorbiéndola poco a poco como si tratase de una araña Viuda Negra. Otra peculiaridad del pulsar Viuda Negra es que avanza tan rápido que genera una onda de gigantesca y onda de choque que le da un aspecto fantasmal, como refleja la reconstrucción artística que M. Weis ha realizado para la NASA.

Por último, obsérvese el parecido de púlsar Viuda Negra con alguna de las obras de Gustav Klimt.

