CONSTELACIÓN VIRGO
ESTRELLAS: VINDEMIATRIX Y SPICA.
FENÓMENOS
Avieno
Introducción:
El autor primero sitúa la constelación en la franja del zodiaco. Después enumera varias dioses a los que se atribuye la constelación Astrea, Ceres, Isis y la diosa Fortuna.
A continuación el autor se centra en la diosa Astrea y explica las tres edades de la humanidad. El tiempo feliz de la Edad de Oro, la Edad de Plata y la horrible Edad de Bronce.
FENÓMENOS. Avieno:
Algunos dicen que el padre de Astrea fue Júpiter y que su madre Temis le entregó la balanza de la justicia. Otros, que procedía del titán Astreo al que deben su origen y su nombre los astros.
También se dice que la diosa de la constelación es Isis, la gran diosa madre de los egipcios. Con más razón hay quienes afirman que es Ceres, la diosa del trigo, porque una de sus estrellas se llama Espiga. Por último, algunos la identifican con Fortuna, la diosa ciega que con su timón gobierna los destinos de los humanos.

En la Edad de Oro Astrea vivía en los pueblos y visitaba gustosamente las casas de los humanos. Eran los primeros tiempos y la vida era pura y justa. No existían las fronteras ni lindes en las tierras de cultivo porque pertenecían al que las trabajaba y se prefería que las cosas fueran comunes. Era también la época en que nadie se arriesgaba a viajar por el mar para enriquecerse. La labor de Astrea consistía en velar por que se preservara la inocencia y no hubiera lugar en los corazones para la culpa.
A continuación, la situación empeoró y llegó la Edad de Plata. La diosa Astrea entristecida apenas ponía su mirada en la tierra. Sólo se dejaba ver con claridad al atardecer cerca de las cumbres de los montes. A los que acudían a verla les reprochaba llorando:
— Basta ya, raza degenerada. Yo era la juez de vuestros padres en la Edad de Oro, pero ahora vuestras intenciones son malvadas. ¡Oh, qué tristeza! La raíz de tanta maldad es vuestra perpetua necesidad de cambio. Os aviso: después de esta edad llegará otra peor en la que la diosa de la guerra, Belona, con su rostro encendido, arrasará las ciudades.
Tras estas duras palabras, Astrea regresaba enojada a la bóveda celeste.
Se cumplió la profecía de Astrea y llegó la malvada Edad de Bronce. La nueva generación de hombres se afanaba en buscar el oro surcando el mar. Fue la edad temible de la codicia, la mentira, la lujuria y de la pasión por la sangrienta espada.
La Virgen no quería contemplar tanta maldad y decidió alejarse de la tierra. Se elevó por los aires hasta el cielo y se instaló cerca de las titilantes estrellas del Boyero. Una estrella a la que llaman Vindemiatrix señala el lugar de su antorcha.
La constelación de la Virgen se encuentra a los pies del Boyero y por debajo de la eclíptica, esto es, el círculo por el que los astros avanzan en una órbita oblicua a través de la inmensidad de los cielos.

¿Cómo lograré que te apiades de nosotros, Astrea? Te suplico, Virgo, que vuelvas tus ojos a la tierra y te compadezcas de nuestros sufrimientos.
